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domingo, 28 de septiembre de 2014

Matutina de Adultos: Septiembre 28, 2014

Elena de White en Minneápolis: La Ley y el evangelio

El hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo [...] por las obras de la ley nadie será justificado. Gálatas 2:16.

Como hemos visto durante los últimos días, la señora de White estaba un poco preocupada por el adventismo de la era 1888. Y con razón. Al concentrarse en la doctrina correcta, en la tradición adventista y en ser buenos adventistas, muchas veces habían olvidado de qué se trataba el evangelio, tanto en la teoría como en la práctica. Al emular a los fariseos de antaño, podían llegar a tratarse entre sí como si no fuesen cristianos, aun cuando analizaban la Ley de Dios y las otras buenas enseñanzas adventistas.

Con un clamor del corazón, el 24 de octubre volvió a decir a los delegados que “queremos la verdad como es en Jesús; pero, cuando entre cualquier cosa para cerrar la puerta de modo que no entren las olas de verdad [acerca de Jesús], oirán mi voz donde esta esté, ya sea en California o en Europa, o donde yo esté, porque Dios me ha dado luz y pienso hacerla brillar.

“Y he visto que hay almas preciosas que habrían aceptado la verdad [del adventismo] pero se han alejado de ella debido a la forma en que se ha manejado la verdad, porque Jesús no estaba en ella. Y esto es lo que he estado rogándoles todo el tiempo: queremos a Jesús” (Manuscrito 9, 1888; énfasis añadido).

Dieciocho meses más tarde, todavía estaba luchando con los pastores adventistas para que “abran su corazón y dejen entrar al Salvador”. Dijo, a los reunidos para la escuela bíblica de pastores de la Asociación General, que al salir de las reuniones debían “estar tan llenos del mensaje” del evangelio que sería como fuego encerrado en los huesos hasta que no pudieran resistirlo. Sin embargo, si expresaban sus sentimientos, les dijo que “los hombres dirán: ‘Estás demasiado alterado; estás haciendo demasiado alboroto con este asunto, y no piensas mucho en la Ley. Ahora bien, debes pensar más en la Ley; no estés todo el tiempo intentando alcanzar la justicia de Cristo, sino alimenta la Ley’ ”.

A esos “buenos” sentimientos adventistas, ella respondió: “Que la Ley se encargue de sí misma. Hemos estado trabajando en la Ley hasta que nos secamos como las colinas de Gilboa, sin rocío ni lluvia. Confiemos en los méritos de Jesucristo de Nazaret. Que Dios nos ayude a fin de que nuestros ojos sean ungidos con colirio, para que podamos ver” (Manuscrito 10, 1889).

Hay algunas cosas buenas con las que entusiasmarse, si podemos hacerlo con el espíritu adecuado.

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