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viernes, 26 de septiembre de 2014

Matutina de Adultos: Septiembre 26, 2014

Elena de White en Minneápolis: Reflejemos a Jesús -2


Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos.
1 Juan 3:14.


¿Realmente amamos a nuestros hermanos creyentes? ¿Especialmente, a los desagradables? Amar a los hermanos miembros de iglesia era un problema primordial en el adventismo de la era de 1888.

“Los que verdaderamente aman a Dios”, dijo Elena de White a los delegados del Congreso de la Asociación General el 21 de octubre, “deben manifestar bondad de corazón, discernimiento y justicia hacia todos aquellos con los que entran en contacto; porque estas son las obras de Dios. No hay nada que Cristo necesite tanto como representantes que sientan la necesidad de imitarlo. Hablar mal y pensar mal son ruinosos para el alma. Esto ha sido común en este congreso. No hay nada que a la iglesia le falte tanto como la manifestación del amor cristiano. Cuando los miembros de una iglesia se unen en asociación santificada y cooperan con Cristo, él vive y obra en ellos.

“Nuestros ojos necesitan ser ungidos con el colirio celestial, para poder ver lo que somos y lo que debemos ser, y ese poder es provisto en Cristo en cantidad suficiente como para permitirnos alcanzar la norma elevada de la perfección cristiana.

“Siempre debemos tener a Jesús, nuestro Modelo, delante de nosotros. Esta es y siempre será la verdad presente. Fue al contemplar a Jesús y al apreciar sus virtudes de carácter como Juan llegó a ser uno con su Maestro en espíritu [...]. Y a él se le encomendó la obra de hablar del amor del Salvador y del amor que sus hijos deberían manifestarse mutuamente. ‘Este es el mensaje que habéis oído desde el principio:’, escribe, ‘Que nos amemos unos a otros [...]. Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos [...].

“El Señor tiene palabras claras para los que, como los fariseos, hacen gran alarde de su piedad, pero cuyos corazones están destituidos del amor de Dios. Los fariseos rehusaron conocer a Dios y a Jesucristo, a quien él había enviado. ¿No estamos en peligro de hacer lo mismo que los fariseos y los escribas? (Manuscrito 8a, 1888; cursiva añadida).

No es casual que Cristo (Mat. 5:43-48; 19:21) y Elena de White (PVGM 46, 47, 256, 316) repetidamente vincularan el concepto de perfección con el de amor. Reflexionar en el carácter moral de Dios no significa lo que comemos o incluso lo que creemos. Es ser semejantes a Dios, quien es amor.

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