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viernes, 15 de agosto de 2014

Matutina de la Mujer: Agosto 15, 2014

Testimonio de una estudiante


“Si me amáis, guardad mis mandamientos” Juan 14:15



Estudié Medicina en una uni­versidad privada no adventis­ta donde las clases eran seis días a la semana, y desde el inicio tuve que luchar para guardar el sábado.

Una de las materias principales se dictaba lunes, miércoles y viernes de noche. El docente escogió los viernes para rendir exámenes.

Tenía poca posibilidad de aprobar la materia, y decidí entrevistarme con el docente. Escuchó mi presentación hasta que le mencioné mis principios religiosos. Entonces, me respondió muy alterado ante todos mis compañeros: “Las religiones y creencias religiosas no me importan, son basura, especialmente para un pro­fesional moderno”.

Con la esperanza de conseguir apoyo académico, fui a ver a la decana de la facultad. Aunque el docente tenía la última palabra, ella me prometió interceder y lo hizo, obteniendo la misma negativa.

A partir de ese día soporté sátiras y burlas tanto del profesor como de mis compañeros. Fue entonces cuando sentí la presencia del Señor más cerca que nunca. El sábado no era mi día, sino de Dios; la decisión de respetarlo era mía, pero la lucha era de él.

Los viernes no me presentaba… y no rendía el examen. Decidí prepararme para dar examen en cualquier momento, presentaba trabajos impecables y antes de la fecha límite para demostrar que cursaba la asignatura a conciencia. Pasaron diez viernes y diez exámenes no rendidos. A mi entender la materia estaba per­dida. Con fe y esperanza concluí el semestre.

La tranquilidad y el olvido que me dieron las vacaciones se fueron cuando me matriculé el semestre siguiente. Con temor verifiqué el nuevo listado de ma­terias asignadas; era consciente de que repetiría una. Mi corazón latía acelera­damente. ¿Haría mi Dios algo por mí? ¡Oh, sorpresa! No debía recursar ninguna materia. Entonces fui un poco más allá, ¿qué nota tendría? ¡Ooooh, 89/100! “Gracias, Señor -exclamé-, obraste un milagro para mí”.

Aunque argumenten que tu obediencia es absurda y que tu Dios no existe ni hará nada por ti, él está ahí, te ama y desea tu fidelidad. Con él las derrotas se convierten en victorias y los aparentes fracasos son oportunidades para vida eterna.

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