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jueves, 7 de agosto de 2014

Matutina de Adultos: Agosto 7, 2014

Nuevos temas -2


Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Mateo 16:16.



Ayer vimos que los primeros predicadores adventistas creían que debían concentrarse en aquellos temas que los distinguían, como el día de reposo sabático, y no en aquellas doctrinas que compartían con los demás cristianos.

Su método de entrar en una comunidad y desafiar a un pastor destacado a un debate público parecía funcionar; al fin y al cabo, sin televisores, el mejor espectáculo en un pueblo chico tal vez fuese el de dos predicadores discutiendo sobre cómo sufre la gente en el infierno. De todos modos, los evangelistas adventistas no parecían haber tenido ninguna dificultad para reunir a una multitud con el fin de que escuchara su mensaje.

Pero, después de cuarenta años de enfatizar las verdades adventistas distintivas en una atmósfera de debate en detrimento de las doctrinas cristianas generales, esto tuvo dos efectos perjudiciales. Primeramente, produjo algunos adventistas bastante combativos; rasgo de la personalidad que inquietó a la iglesia en los acontecimientos relacionados con las reuniones de 1888.

Más allá de eso, cuatro décadas de enfatizar demasiado las enseñanzas distintivas y de descuidar las doctrinas compartidas llevó a una disyuntiva entre el adventismo y el cristianismo básico. A mediados de la década de 1880, el tema había alcanzado proporciones problemáticas. La iglesia había hecho un excelente trabajo al predicar lo que era adventista en el adventismo, pero había perdido de vista el conjunto más amplio, que hacía que el adventismo fuese cristiano.

El adventismo necesitaba corregir el rumbo. Dos hombres relativamente jóvenes de la parte oeste de los Estados Unidos, A. T. Jones y E. J. Waggoner, comenzaron esa corrección. Al principio, parecía que Jones y Waggoner estaban haciendo un ajuste doctrinal, al dar un lugar mayor a Cristo y la fe dentro de la teología adventista, y un papel menos destacado a la Ley.

Pero, los dirigentes de la iglesia G. I. Butler y Urías Smith veían esa “corrección” como un gran terremoto teológico. Consideraban que las nuevas enseñanzas eran un derrocamiento del adventismo histórico, con su énfasis en la Ley y las obras.

Como resultado, lucharon contra ella con todas sus fuerzas; que no eran pocas, dado el hecho de que tenían influencia directa sobre los predicadores de la iglesia, que todavía apenas contaba con unos 25.000 miembros en el ámbito mundial.

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