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domingo, 24 de agosto de 2014

Matutina de Adultos: Agosto 24, 2014

La “conspiración de California”


Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos, respondiendo les dijo: ¿Qué caviláis en vuestros corazones? Lucas 5:22.



Pensar puede ser algo bueno.

Pero, no necesariamente es bueno. Esto es especialmente cierto cuando es estimulado por teorías de la conspiración.

Fue ese pensamiento el que abrumó a Butler y a sus amigos en vísperas del Congreso de la Asociación General de 1888. El fósforo que inició el fuego de la conspiración fue una carta de California de fines de septiembre, de parte del pastor William H. Healey para George I. Butler, que sugería que los dirigentes del oeste (Jones, Waggoner, Guillermo C. White y Elena de White) de la iglesia habían fraguado un ardid para cambiar la teología de la iglesia. Antes de recibir la carta de Healey, Butler parece que estaba emocionalmente estable. No le gustaba pensar en los puntos controvertidos de Daniel y Gálatas que se venían en disputa, pero las cartas de agosto de Guillermo y Elena de White lo habían convencido de la necesidad de darles cabida.

Sin embargo, el presidente de la Asociación General, que ya estaba tenso, quedó devastado cuando recibió lo que le pareció la noticia de una conspiración, organizada pocos días antes de la inauguración del Congreso de Minneápolis. De repente, los acontecimientos de los últimos dos años parecieron tener sentido para él: la razón de que los White hubiesen presionado tanto para conseguir una audiencia para la nueva teología de Jones y Waggoner era que estaban todos juntos en esto. Sin duda, concluyó Butler, aquí había una conspiración de lo más peligrosa, y una amenaza para las creencias adventistas que pasaron la prueba del tiempo.

Ese razonamiento llevó a Butler a un arrebato de frenética actividad a última hora. Organizó a sus tropas para resistir lo que creía que era la coalición occidental, despachando una serie de telegramas y cartas a los delegados, con el objetivo de advertirles de la conspiración e instarlos a “defender los antiguos hitos”.

Mientras tanto, los White, Waggoner y Jones, y los demás delegados de California, ignoraban el hecho de que las tropas de Battle Creek los consideraban conspiradores. Como dijo Guillermo White, él era más “inocente que un ganso” en cuanto al malentendido; desconocimiento que pronto hizo que los occidentales, sin saberlo, favorecieran el juego de los defensores de la teoría de la conspiración.

Pensar correctamente ya es bastante difícil. Pero, cuando el pensamiento está contaminado con teorías conspirativas, se hace emocionalmente imposible. Todavía debemos ser conscientes de ese pensamiento, y orar para que la gracia de Dios nos libre de eso.

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