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sábado, 26 de julio de 2014

Matutina de la Mujer: Julio 26, 2014

Regresé a Jesús


“El Señor cumplirá su propósito en mi. Tu amor, oh Eterno, es para siempre, no dejes la obra de tus manos” Salmo 138:8 NVR



Conocí la Palabra de Dios y asistí mucho tiempo a la igle­sia, pero lentamente, dejé de practicar los principios que había aprendido y me alejé de Dios. Co­mencé a buscar las alegrías cortas que el mundo ofrece, que pronto se convertían en tristezas, dolor y llanto. Llegué a pensar que la felicidad estaba en las bebidas, las fiestas, las modas, las aparien­cias. Constantemente lastimaba a las personas que amaba con mi actitud de rebeldía y liviandad. Un día, decidí alejarme completamente de Dios. Le dije: “Señor, no puedo seguir andando en ambos caminos, lo mejor será que me aparte de ti”.

Aquel sábado fui a despedirme de la iglesia con el propósito de no volver nunca más, pero Dios quiso que ese día conociera a una persona muy especial, que me pidió que la ayudara en algunas de las actividades de la iglesia.

Estaba decidida a alejarme de Dios, pero él tenía otros planes para mi vida: él había decidido no permitir que yo concretara mi “decisión”. Desde ese sábado todo cambió. Pude comprender su amor y regresar a él.

El plan de Dios no es vernos vagar sin rumbo lejos de él. Por el contrario, desea que vivamos a su lado toda la vida que nos resta y, además, la eternidad. ¡Qué paradoja! Los jóvenes luchamos por alcanzar la felicidad, aunque no sabe­mos bien lo que es, y a veces la buscamos lejos de Dios, hasta que nos convencemos de que nunca seremos felices por nosotros mismos, porque la felicidad no se he­reda, ni se compra, ni viene como lógica consecuencia de nuestra excelencia. Se genera en la paz de una buena relación con Dios.

Cada día nos espera una lucha sin cuartel: tropiezos, caídas, desánimos, dudas, desalientos y, de vez en cuando, alegrías. De esto se trata la vida del cris­tiano. La diferencia la marca nuestro Padre celestial, que nos da la victoria y la paz.

Querida amiga, soy esposa de pastor y quiero decirte -y decirme- una vez más que la experiencia del cristiano es como una escalera de decisiones: alcanzas el peldaño siguiente cuando superas el anterior. Dejemos que el Señor acabe en nosotros su obra. El nos espera al final de la escalera.

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