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lunes, 14 de julio de 2014

Matutina de Adultos: Julio 14, 2014

Conscientes de las misiones extranjeras -1


Se volverán a Jehová todos los confines de la tierra. Salmo 22:27.



El contacto de Suiza cambió al adventismo para siempre. El pueblo que anteriormente estaba en contra de las misiones extranjeras pronto se encontró en una senda que finalmente lo llevaría hasta los extremos de la Tierra.

Aunque Erzberger no llegó a tiempo para el Congreso de la Asociación General de 1869, las implicaciones de su visita estaban cargadas de significado.

En ese congreso, se creó la Sociedad Misionera Adventista del Séptimo Día. “El objetivo de esta sociedad”, rezaba el voto que la creó, “será enviar las verdades del mensaje del tercer ángel a países extranjeros y a partes distantes de nuestro país, mediante misioneros, revistas, libros, folletos, etc.” Al presentar la resolución, Jaime White señaló que la iglesia estaba recibiendo “casi a diario solicitudes para enviar publicaciones a otras tierras”.

Pocos meses después, Andrews observó la providencia de Dios en la obra de Czechowski. Y, en 1871, el Congreso de la Asociación General votó “hacer lo que esté de nuestra parte para ayudar a difundir la verdad” a los países de Europa.

Mientras tanto, Elena de White hizo su parte al incentivar la extensión misionera de la iglesia. En diciembre de 1871, tuvo una visión que mostró que los adventistas del séptimo día tenían “verdades de vital importancia” que debían “poner a prueba al mundo”. De modo que los jóvenes adventistas debían estudiar “otros idiomas, para que Dios los use como medios de comunicar su verdad salvadora a los habitantes de otras naciones” (NB 225).

La iglesia no solo debía enviar sus publicaciones a los extranjeros, sino también “predicadores activos”. Insistió en que “se necesitan misioneros que vayan a otros países para predicar la verdad”. El “mensaje de advertencia” adventista debía ir “a todas las naciones”, a fin de que la luz pudiese probarlas. “No tenemos un momento que perder”, escribió. “Si hemos sido descuidados en este asunto, es harto tiempo de que ahora, con todo fervor, redimamos el tiempo, no sea que la sangre de las almas se encuentre sobre nuestros vestidos”. “Esto requerirá considerable gasto, pero el gasto de ninguna manera debe impedir la realización de esta tarea” (ibíd., pp. 226-228).

El adventismo se estaba transformando nuevamente. Esta vez, implicaba la apertura de sus ojos misionológicos. El Dios que siempre conduce a su pueblo todavía estaba guiándolos paso a paso.

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