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lunes, 9 de junio de 2014

Matutina de Menores: Junio 9, 2014

El funeral


«Siéntanse orgullosos de su santo nombre./Siéntase alegre el corazón de los que buscan al Señor!» (1 Crónicas 16: 10).



Martín ignoró el canto de los pájaros al otro lado de la ventana de su habitación. No prestó atención a las petunias en flor de la jardinera. Arrastrándose desde la cama, se lavó, se vistió y se dispuso a desayunar. Hacía mucho tiempo que estaba desanimado. Parecía que nada podía hacerle sonreír. Su familia y sus amigos no entendían qué le hacía estar tan deprimi­do. Su esposa, Kate, había intentado abrirse camino entre su constante mal humor, pero nada había funcionado. Martín sembraba tristeza y pesimismo dondequiera que iba.

Entró en la cocina vacía y echó un vistazo. «¿Pero dónde está Kate?», se preguntó. El aroma a pan recién horneado invadió sus sentidos, sin embar­go, ni siquiera eso le hizo sonreír. De repente, escuchó un ruido y se giró. Kate estaba de pie en la entrada. Arreglada como si fuera a salir, iba vestida completamente de negro, de los pies a la cabeza. Martín frunció el ceño.

—¿Vas a algún lugar esta mañana?

—No —contestó ella, y entró en la cocina para preparar el desayuno.

—¡Ah! Entonces, ¿quién ha fallecido? —preguntó él, refiriéndose a su vestimenta negra.

—Martín —contestó Kate con inocencia— el modo en que actúas últi­mamente me ha hecho pensar que quizás Dios ha muerto, así que vine preparada para su funeral.

Martín Lutero, el gran reformador, se sintió avergonzado ante la mordaz reprimenda de su mujer. Kate estaba en lo cierto. Únicamente la muerte de su Padre celestial justificaría la tristeza que había estado propagando entre su familia y amigos. Después de aquello, Martín prometió no permitir nunca más que los problemas del mundo, o incluso sus propios problemas, destruyeran su felicidad o su culto a Dios. Si buscas a Dios, regocíjate, ríe y canta porque Dios es eterno y, por tanto, siempre habrá un motivo por el cual estar agra­decido.

¿Cuándo fue la última vez que alabaste a Dios sin sentirlo realmente? Si esperas a sentir ganas de hacerlo, el momento idóneo nunca llegará. Hoy es el día de alabar al Señor. Hoy es el día en que debes proclamar: «¡Gracias, Jesús!». Si lo haces, tu lista de agradecimientos no tendrá fin.

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