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domingo, 22 de junio de 2014

Matutina de Menores: Junio 22, 2014

Perfume de fidelidad


«Voy a ser para Israel como el rocío, y él dará flores, como los lirios. Sus raíces serán tan firmes como el monte Líbano [...] Israel vivirá de nuevo bajo mi protección; entonces crecerán como el trigo, florecerán como la vid y serán famosos como el vino del Líbano» (Oseas 14: 5-7)



«Vamos a poner a prueba durante cuánto tiempo su Dios lo mantiene a salvo». Mientras pronunciaban estas palabras, los soldados arrojaron a nues­tro protagonista de hoy al estanque de aguas residuales de la prisión. Aquella agua le llegaba hasta la barbilla. El joven pastor de la Iglesia Adventista oró pidiendo fuerzas a Dios para resistir.

«Debo mantener la barbilla en alto —pensó mientras se tapaba la nariz para no percibir el terrible hedor— o esta agua contaminada se me meterá en los ojos y en la boca. No voy a morir en esta prisión». Había oído que otros prisio­neros que habían sufrido la misma tortura habían muerto a causa de alguna infección contraída al ingerir aquella mugre. Descubrió que, si se ponía de pun­tillas, casi podía tocar el fondo del sumidero. El tiempo transcurrió lentamente. No tenía ni idea de cuánto tiempo tendría que permanecer en aquel horrible lugar. «¿Sobreviviré?», se preguntaba.

Quizás elevó al cielo la oración que Jesús pronunció cuando estaba en la cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mateo 27: 46). Seguramente se sentía abandonado, solo y derrotado. No sabía cuánto tiem­po llevaba allí cuando algo que no era agua negra captó su atención. Vio una planta, un lirio de color blanco que germinaba en medio de la mugre. La ana­lizó, cautivado por el milagro. A pesar de la suciedad que lo rodeaba, el lirio en flor había brotado limpio y puro. Pudo oler el dulce perfume de la flor entre el hedor del fango que lo rodeaba.

La fragancia del lirio se convirtió en una preciosa promesa para aquel sier­vo de Dios. El Señor no lo había abandonado. Sin duda Dios todavía reinaba incluso en medio de la sucia prisión. Cuando finalmente lo sacaron del estan­que, su fe era más fuerte que nunca. A través de un lirio, Dios le recordó que seguía a salvo bajo su cuidado.

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