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lunes, 9 de junio de 2014

Matutina de la Mujer: Junio 9, 2014

Manos a la obra


“Levántate, porque esta es tu obligación,[…] esfuérzate, y pon mano a la obra”. Esdras 10:4



Unas de las experiencias más gratificantes de mi vida fue­ron los momentos comparti­dos con mis hijos en su tierna edad. Recuerdo cómo me pedían incansa­blemente que les repitiera las historias bíblicas, en especial aquellas que los lle­naban de emoción y expectativa. En algunas ocasiones, al verlos inquietos y faltos de interés, me sentí tentada a pensar que era una tarea difícil, pero ahora puedo ver los resultados: no son hijos perfectos, pero me llena de gozo saber que están en la presencia del Señor.
Veo con esperanza y entusiasmo que el tiempo dedicado a la enseñanza dio frutos. Fue un trabajo constante, duro por momentos, pero no imposible cuando me colocaba en las manos del Señor.

Mi experiencia, en especial con mi hija, fue satisfactoria. A ella le gustaba que le contara el relato de la venida de Jesús. ¡Cuánta atención le prestaba! Cuando terminaba la historia ella decía: “Yo quiero que Jesús venga”. Desde entonces han trascurrido 21 años y ella sigue anhelando el regreso del Señor. Esto me llena de gozo, pero por otra parte, me invade la tristeza de ver cómo muchos niños no están recibiendo la debida preparación.

En la mayoría de los hogares de hoy, tanto el padre como la madre trabajan. No está mal, principalmente, en estos tiempos de tanta necesidad. El problema radica en las prioridades. Lo malo es cuando los hijos pasan a un segundo plano; es allí donde está el peligro. Actualmente es común escuchar la frase “calidad de tiempo”, justificando así que no se necesita ser constante ni perseverante en la educación de los hijos. No importa la cantidad, sino la calidad de tiempo que les dediquemos. ¡Esto es un engaño! Creer que con poco tiempo se puede educar a un hijo para el reino de los cielos es realmente vivir en un engaño.

Amiga, tengamos presente el ejemplo de las madres victoriosas que menciona la Biblia: Jocabed, Ana, María, Elisabet y tantas otras. Ellas dedicaron todo su tiempo a educar a sus hijos… y los resultados están a la vista. Nuestro mayor compromiso es el de educar a los hijos que el Señor nos ha dado. Contamos con su ayuda. La recompensa tiene alcances eternos.

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