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martes, 10 de junio de 2014

Matutina de la Mujer: Junio 10, 2014

Maravillosa creación


“Mientras el rey estaba en su reclinatorio, Mi nardo dio su olor”. Cantares 1:12



Olor a fiesta. Olor a flor de café. ¿Alguna vez has aspi­rado el aroma de los cafeta­les en flor? Es muy diferente al aroma de una taza de café, que es tan dañi­na. La flor de café tiene un perfume especial, perfecto: es una mezcla de jazmín, nardo, violeta y azahar. No sé calificar el aroma. Solo sé que todo el campo se llena de perfume. De un perfume único. Se lo siente desde lejos. Se sabe que el cafetal está en floración. El viento trae el perfume y te lo regala. Lo aspiras y lo disfrutas suavemente, mientras la brisa fresca de la mañana te aca­ricia con maternal cariño.

Cuando los cafetales florecen parece que ha nevado sobre la finca. El blan­co de las flores y su delicado perfume te envuelven y te trasladan a un mundo diferente: fresco, verde, limpio, perfumado. Los rayos del sol naciente abren las flores a la frescura del amanecer y ellas regalan su perfume, engalanando la mañana con su aroma.

La lluvia de la noche anterior besó con ternura los arbustos que florecen a plenitud bajo la luz del sol, dorando las montañas y despertando a los animalitos del campo. Es una experiencia única. Te sientes parte de esa naturaleza vibrante, parte de esas nubes que retozan en el cielo y le dan color. Nubes que viajan a ningún lugar. Te sientes parte del campo que despierta, de la flor que se abre, de la hierba que nace, de la fruta que madura, del pajarito que canta, del agua que corre, de la brisa que baila.

Así sientes el amanecer del cafetal en flor. Te sientes parte viva de la creación divina. Sientes el poder de Dios cuando dijo: “Hágase la luz” y la luz se hizo. Lamentablemente, viviendo en la ciudad, perdemos ese contacto con la natura­leza. En el correr de los días y en el remolino de la propia supervivencia que agita las calles llenas de gente que no nos ve, no disfrutamos de las maravillas de la creación.

Amiga, no nos dejemos absorber por la indiferencia o el trabajo cotidiano. Tú y yo somos obra de ese poder creador de Dios. Vivamos y disfrutemos cada minuto que Dios nos regala en esta tierra, y cuidemos el medio natural que nos ha dado. Todo lo hizo perfecto; maravillosas son sus obras en gran manera.

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