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lunes, 2 de junio de 2014

Matutina de Adultos: Junio 2, 2014

La organización vista en retrospectiva -2

 

Mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos. Hechos 20:28.



La fuerza propulsora detrás del impulso para la organización era un complejo integrado de ideas interrelacionadas. Uno de los más importantes era una creciente comprensión de la misión de la iglesia, basada en la Biblia. Para 1861, algunos líderes de la iglesia habían llegado a la conclusión de que tenían un mundo que ganar; y para 1863 la comisión ejecutiva de la Asociación General, recientemente formada, comenzó a analizar el envío de misioneros de ultramar. Una visión más amplia de la misión llevó a un reconocimiento más extensivo de la necesidad de crear una organización adecuada para sostener esa misión. En síntesis, Jaime White y otros, poco a poco, se dieron cuenta de que no podría existir ninguna obra de extensión misionera importante sin un sistema de sostén racional y eficaz.

Una segunda realidad que ayudó a Jaime y a sus hermanos creyentes a ampliar su concepto de estructura eclesiástica fue la necesidad de mantener la unidad doctrinal. En 1864, contrastó los buenos frutos de la organización adventista del séptimo día con la “condición confusa y miserable de los que rechazan la organización”.
 
G. I. Butler desarrolló un poco más esta línea de pensamiento en 1873, cuando escribió que “somos un pueblo completamente organizado, y nuestra organización no se basa en meras apariencias, sino en un fundamento sólido. Al haber luchado contra toda clase de influencias internas y externas, y al ser ahora una unidad que habla lo mismo de un océano al otro, no es fácil sacudirnos para hacernos pedazos”.
 
La cuestión doctrinal, por supuesto, tenía vínculos estrechos con la misión. Como estaban unificados en doctrina, estuvieron dispuestos a unirse en misión hasta los extremos de los Estados Unidos y, finalmente, hasta el resto del mundo.
 
Después de todo, fue la misión de la iglesia la que demandaba una estructura eclesiástica adecuada. Según observó Jaime White en repetidas oportunidades, “no fue la ambición de erigir una confesión religiosa lo que sugirió organización, sino las meras necesidades del caso”.
 
Mientras que para Jaime, en 1871, el sello de un sistema adecuado era que “la maquinaria funcione bien”, los primeros adventistas también trataron de basar sus estructuras organizativas sobre un fundamento que estuviese en armonía con la enseñanza bíblica de los principios que deberían reforzar la naturaleza y la misión de la iglesia. A la larga, la organización fue un subproducto de una interpretación bíblica de la iglesia y su papel de advertencia para el mundo en el tiempo del fin, antes de la Segunda Venida.

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