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martes, 20 de mayo de 2014

Matutina de Jóvenes: Mayo 20, 2014

Los hombres de David

 

Y estos le dijeron: “En verdad, hoy se cumple la promesa que te hizo el Señor cuando te dijo: ‘Yo pondré a tu enemigo en tus manos, para que hagas con él lo que mejor te parezca’”. David se levantó y, sin hacer ruido, cortó el borde del manto de Saúl. 1 Samuel 24:4.


Los hombres de David estaban cansados de ser perseguidos por desiertos y montañas. Escondidos, una vez más, en una caverna, ven entrar al rey Saúl absolutamente desprotegido. En la mente de ellos, es la oportunidad perfecta para que David haga lo que, según ellos, debía hacer. El problema es que David piensa y actúa de manera diferente; él solamente corta el borde del manto al rey, en lugar de matarlo.

Hay varios elementos interesantes en este relato, pero uno llama mucho la atención. La promesa que, según los soldados, el Señor le hizo a David. Razonando esa promesa, surge la tentación de exterminar a Saúl.
 
Es interesante que la tentación de David surge de los labios de las personas que lo rodean, aquellos que estaban poniendo sus vidas en riesgo por su causa. No eran sus enemigos. No eran desconocidos. Era la gente que lo acompañaba 24 horas por día. Estaban escapando juntos. Estaban jugándose la vida a cada momento. La tentación no respeta lazos sanguíneos, ni parentescos ni amistades. Tu mejor amigo puede ser, en algún momento, el instrumento usado por el enemigo para intentar hacerte caer.
 
¿Te acuerdas de Pedro? En Mateo 16:16 confiesa a Cristo como el Mesías y recibe la bendición del Maestro. En el versículo 23, el mismo Cristo debe reprenderlo porque quiere hacerlo tropezar. Así somos nosotros, también. ¿Cuántas veces realizamos un acto -espiritualmente- heroico, y al instante siguiente nos descubrimos en medio de un pecado? ¿Cuántas veces borramos con la muñeca -ni siquiera con el codo- lo que escribimos con la mano?
 
Entiendo que es más fácil resistir la tentación cuando estamos preparados para hacerlo. El gran problema es que, rodeados por amigos cristianos, naturalmente “bajamos la guardia”, nos sentimos “protegidos” y “tranquilos”.
 
Recuerda: fueron los hombres de su propio ejército, sus amigos en ese momento, quienes tentaron a David para que matara a Saúl a traición. ¡Presta atención!

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