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viernes, 23 de mayo de 2014

Matutina de Adultos: Mayo 23, 2014

Crisis en el Ministerio

 

El Señor ordenó que los que predican la Buena Noticia sean sostenidos por los que reciben el beneficio del mensaje. 1 Corintios 9:14, TEV.


Los pastores se ocupan de las cosas celestiales, pero hasta ellos necesitan alimento terrenal. Y los alimentos cuestan dinero.

El hecho de cómo pagarles a los pastores de la incipiente confesión religiosa llegó a un punto crítico a mediados de la década de 1850. Un caso concreto es el joven John Nevins Andrews, un hombre que posteriormente sirvió a la iglesia como su principal erudito, su primer misionero oficial al extranjero y presidente de la Asociación General. Pero, a mediados de 1850, el agotamiento y las privaciones lo habían obligado a retirarse del ministerio cuando apenas promediaba su tercera década. En el otoño de 1856, llegó a ser empleado en el almacén de su tío en Waukon, Iowa.
 
Waukon, de hecho, rápidamente se estaba convirtiendo en una colonia de adventistas sabatarios apáticos. Otro pastor destacado que huyó a Waukon en 1856 fue John N. Loughborough quien, según dijo, se había “desanimado un poco en cuanto a las finanzas”.
 
Los White evitaron temporalmente una crisis en el ministerio adventista, al hacer un viaje lleno de peligros a Waukon en medio del invierno, a fin de despertar a la comunidad sabataria adormecida y recuperar a los pastores desertores. Tanto Andrews como Loughborough vieron la mano de Dios en la visita, y rededicaron su vida a la predicación.
 
Pero, eso no cambió la realidad financiera. Por ejemplo, durante sus tres primeros meses de trabajo después de dejar Waukon, Loughborough recibió pensión y alojamiento, un abrigo de piel de búfalo que costaba diez dólares, y diez dólares en efectivo. El problema no se había resuelto. Al menos, la señora de Loughborough debió haber llegado a esa conclusión.
 
“Estoy cansado”, escribió Jaime White, “de ver situaciones de miseria entre nuestros predicadores y pedidos de fondos en la Review. Estoy cansado de escribirlos. Esos pedidos para todos, y para nadie en particular, no hacen otra cosa más que llenar la revista y apenar al lector. Estas cosas dañan a la Review, y son una mancha para la causa”.
 
Los obreros cristianos quizá no vivan solo de pan, pero, así y todo, necesitan pan; o al menos, sus esposas o esposos y niños. Pablo es claro al decir que “los que predican la Buena Noticia sean sostenidos por los que reciben el beneficio del mensaje”.
 
Pero ¿quiénes son estos? La respuesta obvia es: cada uno de nosotros. Cuando suministramos fondos para su sustento, participamos de la bendición de su ministerio.

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