Un pedacito de inteligencia
Experimenta: ¿Deseas sabiduría e inteligencia?
En cierta ocasión que charlaba con un niño, la conversación poco a poco se convirtió en un interrogatorio poco común. Me preguntó si sabía dónde vendían helados. Contesté que muy cerca de ahí, entonces él rebatió: «Creo que no sabes, porque los helados se venden en una heladería».
Le pareció bien seguir con el interrogatorio, así que me preguntó si sabía dónde vendían juguetes, medicinas para los abuelitos, ruedas para los autos, dulces, mascotas, etcétera. Superé con «destreza» el examen hasta que llegó la pregunta del millón. «Y tú, ¿sabes dónde venden un poquito de inteligencia?», me dijo. Verdaderamente sorprendida, tuve que preguntar: «¿Por qué quieres saber dónde venden inteligencia?».
Su pequeño rostro cambió. Bajó la voz y me susurró al oído: «Es que mi hermano se equivoca siempre al contestar su libro de matemáticas y cuando oramos en la noche, mi mamá pide que Dios le dé inteligencia para acertar en las respuestas de su examen. Pensé que también sabrías dónde le podemos comprar un poco de inteligencia, por si Dios tarda en contestar».
Esto me puso a pensar qué pasaría si hubiera una tienda donde se pudiera conseguir inteligencia. Seguramente sería muy cara y no todos la podrían comprar. Si la pusieran en un aparador, quizás alguien intentaría robarla. Si la vendieran, tendrían que dividirla en pedacitos porque es inmensa.
Dios es el único dueño de la inteligencia y la sabiduría, y no las vende, ¡las regala!, a toda aquella persona que las desee de verdad. No la arroja en la calle para ver quién la levanta. Sencillamente la da a quien pida de todo corazón. Además la entrega es casi inmediata; todo depende de que el cerebro esté limpio y disponible para recibir el depósito.
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