NO ES UNA COINCIDENCIA
«”Alégrense conmigo, porque ya encontré la moneda que había perdido”. Les digo que así también hay alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que se convierte» (Lucas 15: 9, 10).
El día que Thomas Day cumplió diez años su padre le regaló una moneda acuñada en 1858. La escogió de esa fecha porque era el año en que él había nacido. En el reverso grabó sus iniciales: W. D. El chico guardó aquella moneda durante muchos años, y en 1924 se la entregó a su hijo, Sam Walker Day.
Sam, que más tarde sería dueño de una tienda de abarrotes, llevó durante muchos años la moneda en su bolsillo, pero en 1949 se salió de su estuche de piel y se mezcló con las otras que llevaba en el bolsillo, por lo que fue accidentalmente utilizada para pagar comida y bebida en un parque. Sam intentó recuperar la moneda que había sido un recuerdo familiar durante más de ochenta años, pero no tuvo suerte. Decepcionado, regresó a su tienda de abarrotes.
Durante los años siguientes, Sam revisó cuanta moneda llegaba a su caja registradora, aunque sin esperanza de encontrar la perdida. En 1961, Sam abrió la caja para pagar a un panadero, cuando el panadero observó que Sam le entregaba una moneda de 1858. Sam se sentía entusiasmado y a la vez temeroso, no queriendo creer que el milagro era posible. Cuando le dio vuelta a la moneda encontró las iniciales W. D. Aquella moneda había vagado por la ciudad durante trece años. Ahora Sam, su familia y amigos celebraban el regreso a casa de la moneda perdida.
Increíble. Pregúntale a cualquier aficionado a las matemáticas cuál sería la probabilidad de que eso sucediera, y lo que hará será reírse. Jesús habló de una mujer que había perdido una moneda que consideraba un tesoro familiar. Buscó hasta que la encontró; luego llamó a sus amigas para celebrarlo. Jesús comparó la moneda perdida con la gente que está perdida y no lo sabe. En la parábola, el Señor se identificó con la mujer que busca la moneda, y declaró que todo el cielo se goza cuando la moneda es hallada.
Yo no sé si los ángeles entonan una canción especial por cada hijo de Dios que es salvado, pero quiero pensar que la que entonaron por mí fue única.
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