DOS LIBERTADORES
«Así que, si el Hijo los hace libres, ustedes serán verdaderamente libres» (Juan 8: 36).
Un muchacho naufragó en alta mar, y terminó solo y perdido en una isla desierta. ¡No tenía manera de escapar de allí! Al menos no se le ocurría ninguna. .. hasta que se le ocurrió. Utilizando los pocos materiales que tenía a su alcance, fabricó una tabla de surf pues él era un consumado surfista.
Tomó su tabla casera y remó con sus brazos todo lo que pudo. Se acercaba una tormenta y el cielo nublado dificultaba la navegación. Los vientos lo sacudieron llevándolo primero en una dirección y luego en otra. Por momentos veía las aletas de los tiburones que lo seguían en la ruta, esperando el momento en que cayera de la tabla debido al cansancio, o a que perdiera el equilibrio debido al oleaje.
Había estado navegando durante dieciséis horas cuando vio un gran barco en la distancia. Al momento comenzó a hacer señas y a gritar. El barco se acercó, y finalmente subieron al joven a bordo. Después de escuchar su relato, el capitán le informó que había viajado cerca de 100 kilómetros en su tabla.
Ahora, el joven sigue disfrutando de su vida con su familia, y es instructor de surf. Recuperó la libertad que había perdido cuando naufragó en alta mar.
Sin embargo, únicamente Jesús puede concederle la verdadera libertad: la libertad del pecado.
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