ARREGLANDO DIENTES
«¡Paz a ustedes! Como el Padre me envió a mí, así yo tos envío a ustedes» (Juan 20: 21).
Es normaI que a Shirley y a su esposo Bob, que es dentista, les pueda interesar parar sus vacaciones en Brasil, pero ¿viajar a una zona tan remota a bordo de una lancha misionera para arreglar dentaduras? A mucha gente le puede parecer de lo más raro.
—¿Cómo se comunicarán sin saber hablar portugués? —les preguntaban sus amigos.
—Me imagino que aparte de sacar dientes y arreglar caries no podremos hacer mucho más —decía Bob.
El deseo de viajar como misioneros a un país extranjero comenzó hace varios años en el caso de Shirley. Cuando ella era pequeña, su padre, también dentista, murió en un accidente de aviación en el océano Pacífico mientras se dirigía a una estación misionera. Así que una vez surgió la oportunidad de ir a Brasil para trabajar en una lancha misionera como ayudante de su esposo, ella aceptó el desafío. Bob también se preguntaba qué podrían hacer en tan breve tiempo, ya que ni siquiera conocían el idioma. Para Shirley sería suficiente ver a los misioneros en acción.
La experiencia fue exactamente como Shirley había imaginado. A diario presenciaba nuevas situaciones e increíbles milagros, aunque se sentía frustrada al no poder comunicarse directamente con los pacientes. El equipo médico había viajado desde los Estados Unidos y no contaba con las cantidades adecuadas de agua y comida. El gobierno de Brasil únicamente los autorizaba a cambiar unos pocos dólares, por lo que sus recursos también eran limitados. Sin embargo, durante el tiempo que pasaron en ese país, no pasaron hambre ni sed. Siempre encontraron combustible para la lancha. Cada día les era difícil atender el número de pacientes que acudían en busca de ayuda, ya que el tiempo apenas les alcanzaba.
Shirley se dio cuenta de que lo que Dios requiere de nosotros es que nos esforcemos al máximo en su nombre. «Sin embargo, anhelo realizar un buen trabajo misionero, algo diferente de lo que hago en casa», pensaba.
(Continuará…)
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