De la mano de Jesús
“Entonces clamaron a Jehová en su angustia,
Y los libró de sus aflicciones.
Los dirigió por camino derecho,
Para que viniesen a ciudad habitable.”. Salmos 107:6, 7
Un día, a la hora del almuerzo, dije en la mesa que rendiría el examen de ingreso para entrar en la Facultad de Educación de la hoy Universidad Peruana Unión. En ese momento yo me estaba preparando para ser obstetra y aunque la noticia entristeció a mi madre, no se opuso.
Cuando llegó el día, rendí el examen y lo aprobé, pero… ¿con qué dinero iría a Lima? Mi padre se hizo el desentendido, mi madre me preguntaba una y mil veces si estaba segura de que deseaba salir de casa. Mi hermano Juan me dio sus ahorros para un cuarto y comida pero, ¿de dónde sacaría dinero para estudiar?
Viajamos a Lima varios jóvenes de mi iglesia. Fue un viaje largo y difícil. Quedamos varados cerca de una playa y hubo varias horas de demora, así que nos pusimos a cantar alabanzas a nuestro Dios. La gente nos miraba y se alegraba con nosotros. Llegamos tarde a Lima y decidimos no separarnos.
Fuimos a la Clínica Good Hope, en Miraflores, a pasar la noche. Una mujer, enviada por Dios, salía de la guardia y nos preguntó: “¿Qué hacen aquí?”. Le explicamos lo sucedido y nos dijo: “Vamos a casa, ustedes no están solos”. Sentimos una vez más que el amor y la protección de Dios se hacían realidad en nuestra vida.
Al día siguiente, agradecimos a aquella hermana y salimos rumbo a Ñaña. Una vez en la universidad, mis compañeros comenzaron su matriculación. Yo, sin un sol en mano, fui a hablar con el tesorero y le dije: “He venido a estudiar pero no tengo dinero”. Él se sonrió y me recordó que yo no le había dicho mi nombre ni de dónde venía. “Soy Rosa Llontop -agregué-, vengo de Chiclayo y quisiera trabajar para estudiar”. “Hoy has sido bendecida —me respondió- porque yo soy chiclayano y me apellido igual que tú. Ya mismo empiezas a trabajar”.
Amiga, Dios pone a hombres y mujeres como instrumentos para ayudarnos a concretar los sueños que deseamos alcanzar, especialmente si queremos poner esos sueños a su servicio. No temas al futuro, a menos que olvides lo que Dios ha hecho por ti en el pasado. Confía en el Padre eterno, real y amoroso que tenemos. El te “dirigirá por camino derecho”.
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