Cómo hacer teología: apelaciones a la autoridad humana -4
Me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos. Judas 3.
Contender por la fe no era uno de los defectos de los cuales carecieran los directivos adventistas en la década de 1880. Su problema no era contender, sino hacerlo sobre una base correcta.
Una última categoría de autoridad humana, empleada por el grupo Smith-Butler en su intento de conservar el adventismo tradicional, fue su campaña para votar una declaración similar a un credo, que establecería en concreto la teología previa a 1888, y así hacer que estuviera exenta de cambios en el futuro.
Los líderes de la Asociación General habían intentado votar una declaración en el Congreso de la Asociación General de 1886, pero fracasaron al no lograr que la comisión teológica se alineara del “lado correcto” de los temas relacionados con Gálatas y Daniel 7.
Uno de los problemas de los credos votados es que la tendencia ha sido situarlos firmemente junto a las doctrinas fundamentales de la Biblia, como hitos de la fe. Esos nuevos hitos, una vez establecidos en un credo, se vuelven casi imposibles de revocar en el futuro, ya que la gente interpreta que cualquier cambio destruye la fe de los padres.
Las reuniones de Minneápolis fueron testigos de intentos de resoluciones similares a credos sobre los diez cuernos y la ley en Gálatas. El 17 de octubre, por ejemplo, G. B. Starr exigió un voto sobre los diez cuernos. “Me gustaría”, dijo, “acordar una decisión permanente sobre esta cuestión, para que no vuelva a salir la discusión otra vez”. La audiencia respondió con “exclamaciones de ‘amén’, ‘amén’ ”.
Sin embargo, Waggoner y los White resistieron con éxito esa movida. La señora de White escribió, el último día de las reuniones, que ella y “Guillermo [...] tuvieron que vigilar por todas partes para que no haya movidas, para que no se voten resoluciones que resultarían perjudiciales para la obra futura” (Carta 82, 1888).
Ella señaló, en 1882, que “la iglesia puede aprobar una resolución tras otra para suprimir todos los desacuerdos de opiniones, pero no podemos forzar la mente ni la voluntad, y así extirpar el desacuerdo. Estas resoluciones quizá disimulen la discordia, pero no pueden aplacarla ni establecer un acuerdo perfecto”. Como resultado, sugirió que era necesario cierto “autodominio cristiano” de variación de creencias. Por otro lado, “las grandes verdades de la Palabra de Dios están enunciadas tan claramente que nadie necesita cometer un error al interpretarlas”. El problema vino con los que magnificaban “los simples granos de arena [...] y los convertían en montañas y [...] colocaban barreras entre los hermanos” (Manuscrito 24, 1892).
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