LA MEDIDA DEL VALOR DE UN HOMBRE
«Plata fina es la lengua del justo; la mente del malo no vale nada« (Proverbios 10: 20).
En el año 1862 el presidente norteamericano Abraham Lincoln recibió una carta del rey de Siam (país que hoy conocemos como Tailandia). El rey se había enterado de la Guerra Civil norteamericana a través de una dama inglesa llamada Anna Leonowens. Cuando el rey supo que Lincoln no contaba con elefantes para librar dicha guerra, le escribió al presidente ofreciéndole varias parejas que según él podrían reproducirse. Luego le explicó lo necesario respecto al cuidado de dichos animales.
Debido a todos los problemas militares, y a las presiones políticas que el presidente enfrentaba, quizá lo mejor habría sido que él tomara a la ligera la sugerencia del rey y que echara la carta a la basura, instruyendo a su secretario para que le enviara una breve nota de agradecimiento al rey. Pero ese no era al estilo del Lincoln. El presidente se sentó y escribió una nota personal de agradecimiento en la que explicaba las razones por las que los elefantes no podrían prosperar en los Estados Unidos. También expresó su agradecimiento por la generosa oferta del rey, así como por su preocupación. Firmó la carta: «Su buen amigo, Abraham Lincoln».
El rey de Siam no representaba una amenaza política para Lincoln, tampoco era el gobernante de una poderosa nación. Aquel reino estaba situado a miles de kilómetros de distancia, sin embargo, Lincoln trató al ingenuo rey con tanto respeto como habría tratado al rey de Inglaterra, o al zar de Rusia. Fue muy prudente.
Quizá la verdadera medida de la grandeza humana no reside en el dinero, en el poder o en la fama; sino en la forma en que se trata a las personas sin importancia, a aquellos que representan muy poco. El hombre que se detiene para ayudar a un chico que intenta desenredar el hilo de su cometa; la mujer que utiliza su tiempo para ayudar a una anciana a hacer sus compras en el mercado; el niño o la niña que al ver a un grandullón abusando de uno más pequeño le dice que busque a un contrincante de su tamaño; esas son las personas más grandes, las más sabias las más ricas de todo mundo. Sus palabras y sus acciones son «como la plata más fina».
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