MÁS QUE INSECTOS
«Aquel que es la Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros. Y hemos visto su gloria, la gloria que recibió del Padre, por ser su Hijo único, abundante en amor y verdad» (Juan 1: 14).
Kristy, de cinco años, removió una piedra del jardín de su abuela y gritó: «¡Insectos!». Su abuela levantó la vista y sonrió: «Son vaquitas, también llamadas cochinillas». Kristy frunció el ceño con disgusto, mientras las pequeñas criaturas negras y grises trataban de esconderse.
—Me pregunto por qué Dios hizo algo tan feo.
—No son feas. ¿Sabes que podemos aprender cosas de Dios observando estas pequeñas criaturas? —preguntó la abuela mientras tomaba entre sus dedos uno de aquellos insectos. De inmediato la vaquita se hizo una pequeña bola.
—¿De veras?
—Como puedes ver, tiene miedo. Cree que yo puedo hacerle daño.
Kristy observó que el insecto ahora tenía una forma redonda.
—¿Cómo podríamos demostrarle que no vamos a hacerle daño? —preguntó la abuela—. ¿Se te ocurre algo?
Kristy pensó por un momento.
—Quizá si le ofrecemos algo de comida.
—¿Qué más?
—A lo mejor puedes volver a ponerla bajo la misma piedra —sugirió Kristy.
—Vamos a decírselo: ¡Oye, vaquita! No te voy a hacer nada —dijo la abuela con una sonrisa.
—Abuela, pero no te entiende.
—¿Crees que podría entenderme si yo me volviera de su tamaño y me convirtiera en una vaquita?
—Pero abuela, ¡esa es una tontería!
—¿De verdad? Pues Jesús hizo eso para mostrarnos su amor. Abandonó el cielo para venir a este mundo y convertirse en un ser humano para que podamos entenderlo mejor. Esa es una enseñanza que la vaquita puede dejarnos —añadió la abuela.
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