El asedio
«Llámame cuando estés angustiado; yo te libraré, y tú me honrarás» (Salmo 50:15).
Después de dar gracias a Dios por sus ángeles protectores, Rhonda y Kelli dieron a sus padres un beso de buenas noches y se metieron en la caravana. Las niñas podían escuchar a mamá y a papá hablando afuera. Comentaban una inquietante noticia que el único acampante que quedaba en el parque le había contado a papá. Un grupo de motociclistas habían aterrorizado a los acampantes la noche anterior, volcando caravanas y derribando tiendas. La mayoría de los acampantes habían decidido marcharse antes que arriesgarse a sufrir algún daño o peligro.
—Quizás debamos recogerlo todo y marcharnos —dijo mamá.
—La policía ha estado patrullando durante toda la tarde —dijo papá—. Además, ¿dónde podríamos ir? No hay otro parque de acampada en 240 kilómetros a la redonda. Vamos a dar un paseo por el lago.
Rhonda y Kelli aplaudieron en silencio cuando papá les dijo que él y mamá volverían en unos minutos. Tan pronto como sus padres se habían alejado unos metros de la caravana, las niñas tomaron sus linternas y las cartas del Uno y se prepararon para jugar.
Apenas habían transcurrido diez minutos desde que sus padres se habían marchado cuando las niñas escucharon el sonido de motores. Antes de que Rhonda y Kelli pudieran reaccionar, una banda de motociclistas con aspecto de tipos duros comenzaron a bramar colina arriba con música a todo volumen. Cuando uno de aquellos hombres con aspecto perverso bajó de su Harley-Davidson, Rhonda dio un salto atravesándola hasta una de las ventanas laterales. Oteó la orilla del lago esperando ver a sus padres, pero no se veía a nadie.
Los invasores estacionaron sus motocicletas.
—¡Destrocemos esta caravana! —gritó uno de los motociclistas.
—Registrémosla primero —respondió otro de ellos.
Dentro de la caravana, Rhonda y Kelli se acurrucaron la una junto a la otra temblando de miedo. Aunque ambas habían olvidado la promesa que papá había leído durante el culto familiar, sí recordaron lo que debían hacer y comenzaron a orar.
(Continuará…)
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