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martes, 26 de agosto de 2014

Matutina de Adultos: Agosto 26, 2014

El mensaje de 1888 -1


Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo. Juan 12:32.



En estos días escuchamos mucho acerca del mensaje de 1888. ¿Qué fue? ¿Qué es? Quizás el mejor resumen haya aparecido en una carta que Elena de White escribió pocos años después de las reuniones de Minneápolis. Lee y escucha con los oídos de tu corazón.

“En su gran misericordia, el Señor envió un preciosísimo mensaje a su pueblo por medio de los pastores Waggoner y Jones. Este mensaje tenía que presentar en forma más destacada ante el mundo al sublime Salvador, el sacrificio por los pecados del mundo entero. Presentaba la justificación por la fe en el Garante; invitaba a la gente a recibir la justicia de Cristo, que se manifiesta en la obediencia a todos los mandamientos de Dios. Muchos habían perdido de vista a Jesús. Necesitaban dirigir sus ojos a su divina Persona, a sus méritos, a su amor inalterable por la familia humana. Todo el poder es colocado en sus manos, y él puede dispensar ricos dones a los hombres, impartiendo el inapreciable don de su propia justicia al desvalido agente humano. Este es el mensaje que Dios ordenó que fuera dado al mundo. Es el mensaje del tercer ángel, que ha de ser proclamado en alta voz y acompañado por el abundante derramamiento de su Espíritu.

“El exaltado Salvador ha de aparecer en su obra eficaz como el Cordero inmolado, sentado en el Trono, para dispensar las inapreciables bendiciones del Pacto, los beneficios que pagó con su vida en favor de toda alma que había de creer en él. Juan no pudo expresar ese amor en palabras porque era demasiado profundo, demasiado ancho, e invitó a la familia humana a contemplarlo. Cristo está intercediendo por la iglesia en los atrios celestiales, abogando en favor de aquellos por quienes pagó el precio de la redención con su propia sangre. Los siglos y las edades nunca podrán aminorar la eficacia de este sacrificio expiatorio” (TM 91, 92; énfasis añadido).

¡Qué mensaje!

Los adventistas habían exaltado el sábado, el Santuario, el estado de los muertos, la Segunda Venida; pero no habían exaltado lo suficiente a la única Persona que hacía que todo lo demás fuese significativo.

En pocas palabras, Elena de White se sumó a Jones y a Waggoner en un llamado al adventismo a cambiar su enfoque. Tú ¿ya lo has hecho? Si no, ¿por qué no todavía?

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